FABIENNE FULCHÉRI, FIAC, FRANCIA, 1999.

Ulises González, Un Cuerpo en el Exilio
Ulises González, nace en La Habana en 1963, en plena crisis de La Revolución cubana. Un clima artístico tan complejo como la situación política de su país: abstracción geométrica, expresionismo, pintura “barroca”, tantas corrientes pictóricas que se encuentran y entremezclan.
La revolución impone una corriente de realismo socialista, arruinando la posibilidad de traspasar fronteras. En el curso de los años 70 y 80, cansados de éste aislamiento y del embargo del poder sobre la creación, renombrados artistas cubanos migran al exilio adquiriendo una resonancia internacional. Este electrochoque provoca que miles de intelectuales desarrollen una ola contestataria sin precedentes, una liberación de golpe del arte cubano y sus trabas nacionalistas.
Educado en una de las más famosas escuelas de la revolución, Ulises González es parte de una generación de artistas que rompe con los precedentes establecidos por el estado, creando su propia identidad. Libertad que encontró al irse de Cuba e instalarse en México en 1991.
Íntimamente ligado a su propia vida, su obra pictórica refleja el exilio y el amor con influencia de colores brillantes del folklore mexicano, transgrede todos los tabúes, la religión, el sexo, y la muerte, exaltando el cuerpo con una pronunciada teatralidad. Ulises González asume plenamente su atracción por el barroco, y se sitúa totalmente dentro de la línea tranvanguardista, movimiento artístico desarrollado en Italia a finales de los 70, teóricamente pretendían devolver la primacía de la expresión sobre el concepto, y proponía retomar la fuerza de la figuración. Sin embargo la obsesión con el cuerpo (principalmente masculino) flagelado, martirizado, y exhibido en poses provocativas y sugestivas. Ulises González pinta el cuerpo humano con perversidad como en su serie de pinturas intituladas Carne. Acentúa el malestar sobre sus lienzos llenos de símbolos religiosos.
La utilización recurrente de una iconografía cristiana refuerza la ambigüedad que se desprende de sus obras. En nuestras caras unos cuerpos mutilados que no sabemos si es un juego sexual o estamos en presencia de un mártir suplicando con todo su derecho sacado de La Legenda Dorada de Jacques de Voragine? Sufriendo o extasiado? El artista no nos da ninguna respuesta pero enaltece el culto de su propia imagen creando antagonismos: fuerza y fragilidad, virilidad y feminidad son las dos caras de una misma medalla. Esta dualidad se encuentra a un nivel puramente formal con la factura de sus telas, el kitsh, el expresionismo, las pequeñas flores, el dorado, la sangre y el esperma. Receptáculo y expresión de angustias del artista, la pintura juega dócilmente su rol de catarsis.
 
Fabienne Fulchéri. Le quotidien, FIAC, París, 1999.
 
 
Ulises Gonzalez, a Body in Exile
Ulises Gonzalez was born in La Habana in 1963 in the climax of the Cuban Revolution, where both the political and artistic scenarios were complex:  geometric abstraction, expressionism, baroque painting, and so many pictoric movements that intersect.
The revolution imposes socialist realism, limiting the creativity and the possibility to go beyond the borders.  During the 70´s and 80´s decade, tired of this isolation, many Cuban talented artists migrate to other countries, in search for artistic freedom and expanding their horizons and creativity.
Ulises Gonzalez was a student of the most renowned schools of the revolution, and found his artistic identity and freedom in Mexico on 1991.   His work, closely related to his personal life, reflects exile and love with the influence of Mexican bright and unique colors, and goes beyond taboos, religion, sex, death, and any other variable that limits.  He feels attracted to baroque tendencies, but is placed in the    transavantgarde movement, Italian art movement that originated in the late 70´s, and which purpose was to restore the strength of figurative painting.   Obsessed with the human body (especially men body), sometimes harmed and sometimes erotized, Ulises´ work forms are powerful and provocative. Some even include religious symbols making it more interesting.
The use of Christian iconography reinforces the dualism that his work also portrays.  We observe human bodies which can be either mutilated as martyrs from the golden legend of Jacques Voragine, or show erotic shapes in a sexual game… suffering or experiencing pleasure?  We can decide, since the artist suggests both, creating an image full of strength and fragility, manhood or feminism… both sides of the coin.  This duality is found in a deep sense in is fabrics, the kitsch, expressionism, small flowers, golden colors, blood, and sperm… all part of this artist emotions expression and serving as catharsis.
 
Fabienne Fulchéri. Le quotidien,  FIAC, Paris, 1999.